Martes 15 de abril de 2008

No es la primera vez que pasa. Desde los años 70 el temor a una recesión económica ha minado la moral de muchos analistas y profesionales dedicados al mundo de las finanzas. El problema es que ese temor no se había presentado con tanta fuerza, ni tantas probabilidades de convertirse en una realidad, que hasta ahora no era un temor real, sino un mal sueño. El caso es que en los últimos meses hemos visto, oído y leído, de todo sobre una recesión económica que acabaría con las ilusiones de empresas, empresarios, trabajadores, bancos y gente de a pie, que ya hay casos. Ese es el problema, la realidad.

La inflación en el mes de marzo se ha colocado ya en el 4,8 por ciento, la cifra más alta alcanzada desde 1997. En Castilla-La Mancha aún estamos en ese sudor frío que nos recorre el cuerpo cuando despertamos de un mal sueño, pero en Estados Unidos han pasado ya al siguiente nivel, es decir, el de adaptar las malas cifras a una realidad que no siempre se puede soportar.

En el año 1970 llegó a Estados Unidos un nuevo concepto económico que aún no se conoce mucho por aquí y es el de estanflación. Término acuñado en el Reino Unido en 1965 y que sirvió para definir el periodo en Estados Unidos entre 1970 y 1981 cuando la inflación llegó a casi un 15 por ciento y el desempleo alcanzó unas cotas del 9 por ciento. Ante esta situación, el entonces presidente de la Reserva Federal –Fed- de los Estados Unidos, Paul Volcker, tomó una decisión que durante años ha sido criticada y a la vez alabada por los expertos económicos del  mundo. Nada más y nada menos que redujo el precio del dinero. Bajó satisfactoriamente una inflación de dos cifras aunque eso sí, provocó una recesión económica que duró dos años.

Este año hemos vivido una situación parecida, la Reserva Federal ha bajado los tipos de interés en más de un 1 por ciento para intentar hacer frente a la crisis económica, que ellos llaman, por la falta de liquidez y el fiasco de las hipotecas subprime o créditos de alto riesgo para particulares. En fin, que la historia se repite. La economía se rige por ciclos en los que no siempre es fácil encontrar una solución. Para algunos lo más fácil puede ser buscar un paliativo para no agravar mucho un periodo y esperar a un repunte de los datos para afianzar unas políticas económicas agresivas.

En la economía como en el arte, a uno no se le reconoce la valentía de la innovación hasta que no se le lleva la vida a la tumba, aunque la historia suele ser más benévola y recuerda los actos heroicos pasados los años. Paul Volcker fue un adelantado de su tiempo, hizo lo que nadie podía imaginar hace casi 30 años. Ben Bernanke, sucesor de Alan Greenspan –que tan sólo pudo reducir algunas décimas en las tasas por presiones políticas-, lo ha conseguido. Ha reducido el precio del dinero en un intento a la desesperada de frenar la crisis hipotecaria y mejorar los niveles de liquidez de las entidades bancarias.

Aquí es cuestión de tiempo, basta con recordar que estamos ante un ciclo económico que por suerte, no es perpetuo, pero no hay que olvidar que los periodos de bonanza tampoco son eternos, y una decisión inteligente pasaría por reservar en vez de celebrar.

Publicado en el diario Negocio